El consumo del cigarrillo a
nivel mundial se ha convertido en un problema de salud pública. Según lo
justifica la Organización Mundial de Salud (OMS), es una enfermedad crónica
convertida en epidemia, por ser la primera causa de mortalidad prevenible en el
mundo (Novoa-Gómez, Barreto y Silva, 2012). Indiscutiblemente, la polémica
resalta en el término “prevenible”, porque si es el caso, ¿qué es lo que están
haciendo los estados como entes reguladores para enfrentar esta problemática
social? Lo que se deja entrever, es que hay campañas y regulación al respecto,
como por ejemplo, la obligación que tienen las empresas productoras de
mostrarle al consumidor las consecuencias de dicha práctica, sin embargo, falta
voluntad política para contrarrestar esta problemática que trae consigo altos
costos económicos y sociales y que no deja entrever un trabajo eficiente en pro
del bienestar y la calidad de vida de las personas.
El
cigarrillo a nivel social, tiene fuertes implicaciones y afecta diferentes
contextos sociales. En la educación por ejemplo, Gómez, Gil y Aranzalaez
(2011), indican que el tabaquismo además de los casos de mortalidad que ha
generado, tiene graves consecuencias educativas, que como lo indican los
autores, deben ser más estudiadas a profundidad, pero que con la información
que se tiene actualmente, es posible evidenciar las implicaciones negativas en
la formación del estudiante. Cómo bien lo justifica The American Lung Association (2008, en Novoa-Gómez, Barreto y
Silva, 2012), cada día, cerca de 4.800 adolescentes fuman el primer cigarrillo,
y de esos, cerca de 2000 se convertirán en fumadores regulares. Una cantidad
bastante alta, sobre todo si se analiza a la luz de los problemas de salud que en un futuro el consumo del cigarrillo pueda devengar.
Es importante decir, que en el contexto
Colombiano las investigaciones en cuanto a esta problemática han sido
deficientes o con resultados poco creíbles, sin embargo, la Encuesta Mundial
sobre Tabaquismo en Jóvenes que fue realizada en Colombia en el 2001 (una
investigación bastante desactualizada y que da cuenta de la carencia de
estudios en el tema), mostró que el 62% de jóvenes entre los 13 y 15 años ya
han probado el cigarrillo, y que de esta cantidad, el consumo del cigarrillo
continuó de manera regular en un 29.8%, una cifra alta, comparada con la
registrada en Estados Unidos con un 23.1% (Novoa-Gómez,
Barreto y Silva, 2012).
Indudablemente, el consumo del cigarrillo
se ha convertido en una práctica que cada vez se posiciona más en la sociedad y
que culturalmente, la tendencia es a ser aceptada en todas sus dimensiones. Sin
embargo, muchos no se sienten satisfechos con estas situaciones. Daniel Samper
Pizano lo expresa en su artículo y dice que no está de acuerdo con esta práctica, y sobre todo
con la gestión de los gobiernos y las empresas, instancias que han hecho una
regulación deficiente a esta problemática. Las estrategias empleadas no han
sido las más efectivas, ya que el número de consumidores sigue latente, y con
ellos los problemas de salud pública. Es importante entonces que se empiecen a
pensar los gobiernos, las empresas y la sociedad, como actores dentro de dicha
problemática que es importante intervenir, si en realidad se desea aportar a
la calidad de vida de las personas y a un bienestar social saludable, donde los
intereses económicos de las empresas sean analizados con mayor cuidado.
Referencias
Novoa-Gómez, M.,
Barreto, I. & Silva, L. (2012). Consumo de cigarrillo y prácticas
culturales en contextos universitarios. Revista
Latinoamericana en Psicología, 44 (1), 97-110.
Gómez, A., Gil, Y. &
Aranzalaez, V. (2011). Consumo del cigarrillo, ingesta del alcohol y su
asociación con la percepción de bajo rendimiento académico en estudiantes de ingeniería de una
universidad pública. Revista de la
Facultad de Ciencias de la Salud, 8 (2), 169- 174.
Samper, D. (2008,
15 de junio). El club de los amigos muertos. El Tiempo. Recuperado el 31 de
octubre de 2012, en http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4279883
Imagen tomada de http://goo.gl/X2x0O
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