En una sociedad tan compleja como la nuestra, es
necesario establecer vínculos, no solo desde los medios, o la comunicación
funcional, como la define Wolton para el encuentro con el otro. Lo que se
pretende a continuación es presentar la convivencia como concepto y la
necesidad de ésta en una sociedad que ha dejado en manos de la clase dominante
el sentido ideal de la comunicación, de intercambiar, compartir y comprenderse,
para, en palabras de Wolton (2007) ser transformado en un malentendido cada vez
más fragoroso que acompaña la problemática de la comunicación en sus relaciones
con la sociedad.
La convivencia, según Wolton (2010), en el siglo XXI se
entiende como la coexistencia posible entre puntos de vista distintos, en un
mundo que se hace cada vez más pequeño, donde los individuos los saben todo y
del cual es difícil escapar. Para lograrlo es necesario establecer verdaderos
vínculos comunicativos que trasciendas el escenario constituido por la
información y las técnicas que la acompañan, pero para lograrlo primero debemos
reconocer que informar no es comunicar.
A continuación se presenta una posible diferenciación
entre comunicación e información, la manera como eran entendidos ambos
conceptos, y la forma en que se están manifestando actualmente:
La información es el acontecimiento o el dato que
perturba un orden previo, y por ello reside su fuerza. En cuanto a la
comunicación está asociada a la idea de vínculo, de compartir, de ‘comunión’.
Sin embargo, hoy la información es asumida como la que produce vínculo, con la
sociedad de la información como horizonte, constituyéndose en el sentido
inverso de información-ruptura. Así mismo, la comunicación ha pasado de ser
solo compartir y reunir, o unir, a convivir y gestionar las discontinuidades. (Wolton,
2010: 34)
La comunicación entra entonces a ser la que gestiona o
tramita las interrupciones que la información va dejando a su paso. La
información son los acontecimientos que alteran el orden previo y de la cual
Internet y su constitución en red es su máxima expresión, “una red que agrupa-
pues esa es su fuerza y su seducción- a quienes tienen puntos de vista en
común. Sea cual sea su extensión, una red está de entrada, del lado de lo mismo
y de la comunidad” (Wolton, 2010:62) La
información ni siquiera logra vislumbrar el concepto de convivencia, pues ésta
apunta al comunitarismo o comunicación en red como lo llama Wolton, es entonces
el asunto de la convivencia lo que la comunicación humana debe entrar a
gestionar.
Ahora bien, no podemos descuidar y dejar de comprender
que en un mundo como el nuestro, estas discontinuidades se hacen más latentes y
a la vez complejas, en la medida que la técnicas comunicativas, pareciera,
pierden su naturaleza misma, -integrar a los humanos-, es en razón de ello que
Wolton (2010) plantea que la comunicación en el mundo occidental se encuentra
amenazada por dos elementos: el individualismo y el comunitarismo. El
individualismo entendido como la reducción de la comunicación a la expresión y
la interactividad, donde la expresión se traduce en monólogo; y el
comunitarismo, manifestado en la marginalización de la alteridad y la
posibilidades de encerrarse en espacios virtuales que producen un vínculo con
un igual al otro lado del ciberespacio.
Si nos preguntamos cuál es el papel de la comunicación en
la construcción de caminos hacia la convivencia, demos tener claro que la
comunicación es la cuestión del otro y que
ésta adquiere sentido a través del otro y el reconocimiento mutuo, mientras que
la información existe en sí misma, no requiere de ese otro (Wolton, 2010)
En lo que respecta a la comunicación, es difícil
encontrar una equidistancia. Si el otro está demasiado cerca, se vuelve
inquietante y provoca una reacción de rechazo. Si está demasiado lejos, la
diferencia parece infranqueable. En los dos casos, lo que se plantea es el
problema del otro, o, mejor dicho, el de las condiciones que deben satisfacerse
para que una comunicación con el otro sea posible. (Wolton, 2007:19)
Pero frente al encuentro con ese otro, es posible que
como individuos le estemos encomendando mucho a la tecnología, descuidando la
riqueza de comunicaciones que plantea Morín (2005) como lo son los signos, los
símbolos y los ritos que están precisamente en función de la complejidad y
multiplicidad de las relaciones sociales, pero que desde la realidad esta
riqueza pierde importancia cuando, como lo plantea Wolton (2007), la compresión
y la integración se vuelven los ideales de la comunicación funcional,
comprimiendo los datos, pero sin posibilidad de comprimir los contextos ni los
sentidos, siendo estos últimos, el margen de maniobra necesarios para no perder
la naturaleza misma de la comunicación desde una perspectiva normativa. Sin
embargo es necesario reconocer, que nos hallamos “en una cultura del instante donde es el acontecimiento
lo que interesa más que el sentido, la información más que el conocimiento.” (Wolton,
2007: 70)
El problema quizá ha sido querer echar todo en un mismo
costal, puede sonar burdo, pero es la manera como el pensamiento globalizador
de la economía ha querido integrar a las sociedades, tan distantes, pero tan
cercanas en las plataformas virtuales que la tecnología ha posibilitado. Sin
embargo, se hace necesario refundar esas distancias simbólicas que constituyen
el orden económico, militar, judicial y religioso para mantener el relieve y
las diferencia entre unos y otros (Wolton, 2007), pues estas distancias
simbólicas han hecho posible que hoy podamos hablar y reconocernos desde
conceptos como: especie, sociedad e individuo, conceptos que son “a un mismo tiempo
fin y medio el uno del otro y que las relaciones que entre ellos se establecen
son complementarias, competitivas, antagónicas y discontinuas.” (Morín, 2005:
232). La evolución misma nos ha mostrado
que la confrontación, lo opuesto y contrario, siempre han estado ahí, no hay
entonces justificación para suprimir dicha realidad, pareciera que la
naturaleza humana de la que habla Morín ya no es útil en nuestros tiempos. “La naturaleza
humana aparece como un residuo amorfo, inerte, monótono: no ya como la base
sobre la que se sustenta el hombre, sino como algo que ha sido superado”
(Morín, 2005: 19) Quizá sea esta misma
naturaleza, la que está perdiendo la comunicación, al creer que la
tecnificación de la misma es la solución a los problemas actuales, dejando en
sus manos el futuro de las sociedades; aunque inicialmente las técnicas hayan
sido desarrolladas para comunicarse mejor, para comprenderse mejor, es evidente
que en la realidad occidental los intereses económicos, políticos e ideológicos
rápidamente han desnaturalizado este ideal que, sin embargo, permanece no obstante
como la referencia común. (Wolton, 2007)
Vivimos en un mudo de contradicciones culturales,
sustentado en la conjugación de términos que se contraponen como la cordura y
la locura, o la razón y la pasión, la igualdad y la libertad, la individualidad
y la sociedad, pero es gracias a la interpolación y a la manifestación viva de
estos elementos en la vida cotidiana lo que ha permitido la continuidad de
nuestra especie. Hacer de nuestro mundo un escenario cada vez más complejo es
posibilitar la supervivencia de la especie humana. Enrique Sierra Santos lo
sustenta al decir:
cuando el individuo, y por tanto la sociedad, más avanza
en el conocimiento de sí mismo, es decir, el conocimiento mismo de sus propias
limitaciones, el más peligroso conocimiento para la especie, más ruidos, más
afectividades, más juegos, más locuras, más aventuras, más trampas, en suma,
genera el cerebro-cultura-sociedad, para salvaguardar a la especie. (Sierra,
2009: 28)
La individualidad nos aleja y nos hace distantes al otro,
a la vez que nos suspende en el tiempo y en el espacio, pues no hay
confrontación, por ende no hay necesidad de cambiar y como bien se sabe en el
cambio está la evolución. Creo que como lo manifiesta Stanley Kubrick en su
película: 2001- Odisea en el espacio, alejarnos de los otros y dejar en manos
de las máquinas nuestro destino, está generando que perdamos el control de
nuestras herramientas, nuestra evolución está dependiendo tanto de la
tecnología que llegará el momento en que esta será autosuficiente y ya no
necesitará de los humanos. Ciencia ficción o no, vemos cómo en la película Hal 9.000, la máquina es el cerebro, e
inicia el control de toda la nave, hasta el punto de querer deshacerse de los
tripulantes humanos.
La comunicación tiene tres condiciones: la identidad, la
alteridad y la cultura y valores comunes, condiciones que en la actualidad
según Wolton pareciera que no son necesarias y de las cuales tras traspasar las
fronteras del espacio desde la técnica es posible liberarse, pero Wolton dice: “recordar estas tres restricciones
(Una cultura y valores comunes, un reconocimiento mutuo de las identidades, una
aceptación de las alteridades) constituye el mejor modo de precisar los límites
de la incomunicación.” (Wolton, 2007: 64) Hemos descuidado
la importancia de la identidad y la cultura en la sociedad de la información,
donde la inmediatez, la estandarización y la saturación de información nos
aleja cada vez más, pues:
“Rechazar la
problemática de la identidad o deslegitimarla es rehusarse a ver los límites de
la comunicación triunfante.”
(Wolton, 2007: 73) Hay que tener claro el contexto en el que nos hayamos ahora,
pues si en el pasado la identidad era una resistencia a la apertura, hoy en
día, es la necesidad de establecer fronteras a demasiada apertura. Tener claro
las identidades y reconocerlas como fronteras de la comunicación es clave para
el logro de sociedades en convivencia, pero desconocerlo es dar por perdido
aquello de lo que Edgar Morín habla: la naturaleza humana.
En este camino a la convivencia, entender las diferencias
culturales es relevante a la hora de establecer vínculos comunicativos que
realmente apunten a establecer más allá de la incomunicación, una convivencia
desde las alteridades, pero… ¿Cómo entender el concepto de cultura? Stiegler
llama cultura al proceso de exteriorización que da la posibilidad de transmitir
la experiencia individual (Stiegler, 2001)
La cultura no es otra cosa que la posibilidad de heredar
colectivamente la experiencia de nuestros ancestros y esto ha sido comprendido
desde hace largo tiempo. Lo que ha sido menos comprendido es que la técnica es
tanto tercera memoria vital, es condición de una tal transmisión. (Stiegler,
2001: 5)
“Es reconfortante,
en fin, considerar el mundo, la vida, el hombre, el conocimiento y la acción
como sistemas abiertos.” (Morín, 2005: 250) Morín lo ha dicho, somos sistemas abiertos, es contradictorio continuar en
esta marcha que nos lleva hacia el aislamiento y la estandarización de la
sociedad, que lo único que podría generar sería una parálisis en nuestro obrar
y forma de ver, entender y hacer mundo.
“Lo que pueden
hacer quienes participan en una interrupción de la comunicación es reconocerse
unos a otros como miembros de diferentes comunidades lingüísticas, y entonces
se convierten en traductores.” (Kuhn, 1971: 307) Desde esta perspectiva, la comunicación puede ser
considerada como ese elemento que traduce, que pone a conjugar lenguajes,
símbolos, signos e imaginario, en un sistema donde el fin no puede ser la
supresión de las diferencias, sino el reconocimiento mutuo que contribuye a la
convivencia, para lo cual quizá sea necesario, en una matriz disciplinaria, la
constitución de valores compartidos por personas que difieren en su aplicación,
(Kuhn, 1971) valores que pueden ser entendidos como las reglas del juego para
actuar, culturalmente de una manera en determinado contexto.
Para ir concluyendo, Wolton se pregunta “¿Cómo convivir
pacíficamente en un universo donde todo el mundo lo ve todo y donde las
diferencias son más visibles y menos negociables?” (Wolton, 2010:28), el mismo Wolton sugiere que son la negociación y la convivencia
quienes posibilitarán ese encuentro con el otro. Así, vemos el vínculo entre
comunicación y democracia.
Desde la comunicación el reto que se tiene es fortalecer
y gestionar el vínculo social entendido como ese milagro consistente en hacer
que en una sociedad se mantengan juntos individuos, grupos, comunidades y
clases sociales que no tienen nada en común (Wolton, 2010) “Sociedad e individualidad no son
dos realidades separadas que se ajustan una a la otra, pero hay un ambisistema
en que ambas se conforman y parasitan mutuamente de forma contradictoria y
complementaria.” (Morín, 2005: 44) De alguna manera vemos
como individualidad y sociedad se contraponen y se complementan, al igual que
igualdad y libertad, estos son cuatro términos que en la sociedad actual
debemos poner sobre la mesa a la hora de analizar los problemas de convivencia
que se dan en las comunidades y en los entornos sociales.
La comunicación no puede ser un asunto solo de técnicas y
medios, debe ser más que eso, debe retomar ese encuentro face to face que se ha perdido y que se hace necesario para la
continuidad de la especie. Hay que retomar la naturaleza humana que demuestra
que somos seres complejos movidos en la entropía y la neguentropía, seres cuya
tendencia es a transformarse y no a estandarizarse. La comunicación integra,
une, reúne, gestiona las discontinuidades, que el exceso de información produce
en nosotros y que lleva a la incomunicación como horizonte de la misma. Esta
incomunicación es todo ese sistema de creencias, valores, símbolos e
imaginarios que ponen de relieve nuestras diferencias, diferencias que siendo
bien gestionadas desde la comunicación, harán que el siglo XXI, sea el siglo de
la convivencia.
BIBLIOGRAFÍA
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Kubrick, S. (Productor) & Hoesli, J. (Director).
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Metro-Goldwyn-Mayer.
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Kuhn, T. S. (1971).
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México.
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Morín, E. (2005). El paradigma perdido. Ensayo de
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Sierra Santos, E.
(2009). Hipótesis. Ensayo de
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Stiegler, B. (2001)
Leroi-Gourhan. Lo inorgánico organizado. (Prof. Montoya Gómez, J. Trad.). Traducciones Historia de la Biología, 17, 1-7.
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Wolton, D. (2007). Pensar la comunicación. Punto de vista para
periodistas y políticos. (1ª. Ed.). Buenos Aires: Prometeo Libros.
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Wolton, D. (2010). Informar no es comunicar. Contra la ideología
tecnológica. (1ª. Ed.). Barcelona,
España: Gedisa, S. A.
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